¡Golpeadme! ¡Golpeadme!
Si he de seguir aquí al menos he de luchar, y no me queda más que hacerlo por mi.
¡Que perdida de tiempo aquellos abrazos! Aquellos deseos inútiles, inocentes. Inocentes como quien los pensó, como quien los pidió con ansias.
Me he ido, y espero estar ausente de mí hasta mi próxima sonrisa, hasta mi próximo grito debajo de esas cortinas transparentes que desfiguran la realidad que conservan delante de sí. Yo ya no la quiero.
He de querer desaparecer, ya todo ha caído y siento que todo éste episodio ha sido demasiado crudo para asimilarlo así por sí. Mis lágrimas son más saladas de lo normal, mis lágrimas son de desprecio y decepción ante una vida ya amorfa.
Mi alma ha pensado dejar su recipiente en paz, pero le da miedo qué será de éste luego de eso.
Esa neutralidad que antes creaba yo para mi antojo, ahora me ha tomado de sorpresa y quiere tomar dominio.
Mis células nerviosas ya deben estar quemadas, mareadas, ha de estar mi tejido nervioso vuelto mierda.
Mi atrapa sueños está en el suelo, me susurra que lo deje allí, pues de nada sirve tratar de jugar con la realidad si lo que vivo es pura pesadilla. Pesadilla cruda, puñales traspasan e hieren mi sombra, ya ni eso poseo. Ya eso me cubre
Y entonces ahora las horas pasan frías, sin aroma alguno, y ahora vivo con enemigos desconocidos, y ahora pertenezco a un apartamento donde cada palabra que sale puede transformarse instantáneamente en algún arma.
Escucho desde mi cuarto, a lo largo del pasillo que va a dar a la cocina, las bombas lagrimojenas de aquellos desconocidos.
Y siento mi garganta aguda, mis parpados cansados, mi pecho presionado y una agonía que sólo yo puedo soportar en éstas 4 paredes fingiendo estar concentrada en una lectura que apenas visualizo.
La desconocida con mayor autoridad en casa no me dejó salir, y el resultado fue presenciar una guerra en la cual no participé, y, sin embargo, resulté fuertemente herida, traumatizada.
Veo que la desconocida menor pretende no ver nada,pero escucha absolutamente todo, es aún más fuerte que yo, podría decirse, yo soy cobarde y me aparto de todo. Veo huecos en las paredes, veo sangre por el suelo. No queda nada. Y cuando llega el desconocido mayor, todos jugamos a los ciegos.
No puedo creer no ver todo este tiempo lo hundidos que hemos estado todos.
Odio los juegos de mi familia.
Si he de seguir aquí al menos he de luchar, y no me queda más que hacerlo por mi.
¡Que perdida de tiempo aquellos abrazos! Aquellos deseos inútiles, inocentes. Inocentes como quien los pensó, como quien los pidió con ansias.
Me he ido, y espero estar ausente de mí hasta mi próxima sonrisa, hasta mi próximo grito debajo de esas cortinas transparentes que desfiguran la realidad que conservan delante de sí. Yo ya no la quiero.
He de querer desaparecer, ya todo ha caído y siento que todo éste episodio ha sido demasiado crudo para asimilarlo así por sí. Mis lágrimas son más saladas de lo normal, mis lágrimas son de desprecio y decepción ante una vida ya amorfa.
Mi alma ha pensado dejar su recipiente en paz, pero le da miedo qué será de éste luego de eso.
Esa neutralidad que antes creaba yo para mi antojo, ahora me ha tomado de sorpresa y quiere tomar dominio.
Mis células nerviosas ya deben estar quemadas, mareadas, ha de estar mi tejido nervioso vuelto mierda.
Mi atrapa sueños está en el suelo, me susurra que lo deje allí, pues de nada sirve tratar de jugar con la realidad si lo que vivo es pura pesadilla. Pesadilla cruda, puñales traspasan e hieren mi sombra, ya ni eso poseo. Ya eso me cubre
Y entonces ahora las horas pasan frías, sin aroma alguno, y ahora vivo con enemigos desconocidos, y ahora pertenezco a un apartamento donde cada palabra que sale puede transformarse instantáneamente en algún arma.
Escucho desde mi cuarto, a lo largo del pasillo que va a dar a la cocina, las bombas lagrimojenas de aquellos desconocidos.
Y siento mi garganta aguda, mis parpados cansados, mi pecho presionado y una agonía que sólo yo puedo soportar en éstas 4 paredes fingiendo estar concentrada en una lectura que apenas visualizo.
La desconocida con mayor autoridad en casa no me dejó salir, y el resultado fue presenciar una guerra en la cual no participé, y, sin embargo, resulté fuertemente herida, traumatizada.
Veo que la desconocida menor pretende no ver nada,pero escucha absolutamente todo, es aún más fuerte que yo, podría decirse, yo soy cobarde y me aparto de todo. Veo huecos en las paredes, veo sangre por el suelo. No queda nada. Y cuando llega el desconocido mayor, todos jugamos a los ciegos.
No puedo creer no ver todo este tiempo lo hundidos que hemos estado todos.
Odio los juegos de mi familia.
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