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Más que compañía, un acompañante.

Labios, a correr tras la esencia, el deseo de querer
No dejar escapar la piel.
Subir las escaleras, buscando al tiempo, alejándose de las pérdidas, de las lagunas mentales que esperan nuestra caída.
Espera el tren de la cordura, y móntate en el techo, con una balsa y un paracaídas.
Ahora, lleva al señor de la muerte al pasado, y haz que reparta esperanza a los que están a punto de ser suyos.
Ve colina arriba, y en el pico de la montaña, plasma tu mano en un árbol, toma las hojas caídas, y escribe tus deseos.
Ciudades sin vida, llevan paso y dan alojamiento a la muerte, cerca de la fe. Qué descaro.
Luces, ahora parpadeantes, hacen alucinar a quien puede ver, y los ciegos, ni cuenta se dan, pero sin duda, ellos alucinan más.
¿Los perros de verdad ven en blanco y negro? Lástima que no sean testigos del color de mis mejillas cuando me siento temblar por dentro. 
Los gatos hacen sus ruidillos, esos gritos que no soporto, hacen exaltar cada nervio de mi cuerpo, y es fatal, yo pensándote y ellos gritando, ¿Cómo no estar nerviosa así? ¿Cómo no acelerar la respiración sin querer?
Sin quererte, siendo así, aún te desearía conmigo. No sé cómo eres, pero te presiento como más que compañía, un acompañante. 
Si no encuentro al tiempo, de seguro te pierdo, así que es mejor ir creando mi reloj.
Lo demás ya lo improvisaré.
Labios, a correr tras la esencia, el deseo de querer
No dejar escapar la piel.

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