Creo en las películas de amor. Simplemente no creo en esos finales felices...
Está esa pareja, que recién se conoce, y de pronto, en un par de semanas, lo son todo el uno para el otro...
Es poco verídico, lo sé. pero pasa. Porque no es el tiempo, sino cómo está invertido.
Ellos, en el cuento, llegaron justo a tiempo para estar, para ser...
Él salta por ella, y ella, luego, se arrastra por él.
tras tantas discrepancias, vaya que compartieron tiempo juntos...
Cada día, fuese tarde o noche.
Ella sonreía cada vez que lo veía. ¿Se notaba?
Él sentía de todo al verla sonreír. ¿Se daría cuenta de ello?
Ella con tocarlo, lograba estremecer su piel.
Él con tocarla, lograba darle color a todo su rostro.
Ellos, en el cuento, llegaron justo a tiempo para estar, para ser...
Él confió en ella, y ella se ahogó en el agua de su propio vaso.
Ella confió en él, y él se perdió en el cegamiento de ella, y fue por otra sombra.
Ellos, en el cuento, llegaron justo a tiempo para estar, para ser...
pero en mis cuentos, siempre llega éste trágico final.
Él no quiere el fin, pero el cuento no puede continuar sin tinta.
Ella no quiere el fin, pero no quiere ver más letras cursivas escritas a sangre viva...
Y pensar que antes del capítulo final, ella, por fin, se había terminado de enamorar.
Y pensar que, antes del capítulo final, él había sentido que algo valía la pena.
Ellos, en el cuento, llegaron justo a tiempo para estar, para ser... Pero nunca hay un final feliz.
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