Giro, bajo, salto, camino, escucho mis pies, y el sonar del reloj, salto y aterrizo en "cúmulus", salto de nuevo y ese árbol inmenso, ausente de hojas, me atrapa con sus ramas, creí que me rasparía, pero éste árbol fue tan sigiloso que apenas sentí que me había atajado. Éste jugaba conmigo a los malabares, yo empezaba a marearme, era irritante, no me escuchaba cuando le decía que parase al instante, al estar a punto de gritarle que me soltase, me lanzó y me hizo aterrizar hasta el mar, hasta el sur del océano pacífico. Llegué entonces a nadar por mucho tiempo, pero no quería saber por cuánto, pues no quería reloj, odio los relojes, avisando el tiempo, haciéndose el importante, como si dominase nuestras vidas. Al demonio con eso.
Entonces paré de nadar y sólo floté... Cerré los ojos y, de pronto, al abrirlos estaba en pleno jardín, era el jardín de la Señora Lydia, una mujer de 58 años, llevada por la vida con agotamiento y felicidad, había sido pianista, pintora y finalizó siendo educadora. Una hermosa mujer de cabello negro y una hermosa mirada que sólo desprendía ternura, ella me miraba y sólo me decía "Hey, no te dejes de tus sueños, te están confundiendo sólo para atraparte y luego dejarte caer, deja que floten ellos, no tú, a tí no te toca flotar" Entonces, allí, allí me di cuenta que estaba soñando, pues no había otra explicación, pero aún así no entendía nada de ese sueño, lo último que recuerdo, es que mientras un conejo color café estaba comiendo nubes, el árbol inmenso me estaba pintando, allí desperté, y no creerán en donde...
Así es, efectivamente en el Jardín de la Señora Lydia, pero ésta vez, no era ella quien me despertaba, eran las gotas de lluvia, yo estaba bajo una nimbus, estaba lloviendo. Entonces me paré y de pronto vi a unos extraños vestidos de blanco que se llevaban a la señora Lydia, la llevaban en una camilla a un carro grande con una cruz roja. A ella la cubría una sábana, quién sabe por qué, quizá dormía... Espero despierte pronto, quiero hablarle de mi sueño.
Entonces paré de nadar y sólo floté... Cerré los ojos y, de pronto, al abrirlos estaba en pleno jardín, era el jardín de la Señora Lydia, una mujer de 58 años, llevada por la vida con agotamiento y felicidad, había sido pianista, pintora y finalizó siendo educadora. Una hermosa mujer de cabello negro y una hermosa mirada que sólo desprendía ternura, ella me miraba y sólo me decía "Hey, no te dejes de tus sueños, te están confundiendo sólo para atraparte y luego dejarte caer, deja que floten ellos, no tú, a tí no te toca flotar" Entonces, allí, allí me di cuenta que estaba soñando, pues no había otra explicación, pero aún así no entendía nada de ese sueño, lo último que recuerdo, es que mientras un conejo color café estaba comiendo nubes, el árbol inmenso me estaba pintando, allí desperté, y no creerán en donde...
Así es, efectivamente en el Jardín de la Señora Lydia, pero ésta vez, no era ella quien me despertaba, eran las gotas de lluvia, yo estaba bajo una nimbus, estaba lloviendo. Entonces me paré y de pronto vi a unos extraños vestidos de blanco que se llevaban a la señora Lydia, la llevaban en una camilla a un carro grande con una cruz roja. A ella la cubría una sábana, quién sabe por qué, quizá dormía... Espero despierte pronto, quiero hablarle de mi sueño.
Comentarios
Publicar un comentario