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Todos algún día tuvimos la misma ingenuidad incrustada en el alma.

Hay tantas cosas que soñamos y deseamos, como ingenuos, creemos actuar como adulto pero aún pensamos como niños, cosas imposibles, repulsivos a la realidad, negados a asimilar que lo que creemos no es así. Pero bien, al final lo imposible es lo que sentimos la necesidad de conseguir...
Pues queremos luchar y luchar y sentirnos vencedores, sentir que sí podemos lograr y obtener lo que queremos.
Lo imposible se considera adictivo pero ¿Quién nos quita ese deseo o ese sueño de que todo sea perfecto? Que todo puede ser como lo deseamos... Que todo puede ser fácil. Recuerden, lo fácil aburre así que... Luego de obtener lo que deseas luego de tanta lucha, pues no será fácil de allí entonces, ahora debes luchar constantemente en calma para mantenerlo contigo.
Hay mucha contrariedad, como siempre. Y como cualquiera, decimos que nosotros podemos ser la excepción de todos...
Que algún día te traicionarán, dicen. Pero resulta que como confías en los tuyos dices que eres la excepción y que no pasará, claro no... Hasta que pasa.
Que algún día te decepcionarás de ti mismo, dicen. Pero todo lo que eres te enorgullece, y dices que eres la excepción... Hasta que te das cuenta que te fallaste a ti mismo, y realmente no lo habías notado, y sucede, entonces sucede.
Que jamás un amor será perfecto, dicen. Pero todo lo que son esa persona y tú, lo encuentras perfecto y dices ser la excepción, que su amor prevalecerá fácilmente, hasta que descubres que no siempre son sólo palabras y todo basta, y que no siempre estarán de acuerdo, que no puedes dar nada por seguro...
Poco a poco notas que nada es como parece, y entonces te dicen que te seguirás decepcionando de ti y de los tuyos, incluso de la vida en general, del mundo, pero dices que ya te ocurrió una vez y que serás la excepción porque cuidarás que no pase otra vez... Hasta que sucede, y sucede, y caes y toca levantarte y aceptar que...
Nada es como piensas, nada es como lo imaginas... Nada es perfecto, la felicidad se extingue, la alegría prevalece en ti si acaso la deseas.
 Y al final, pues no, no eres la excepción.
Todos algún día tuvimos la misma ingenuidad incrustada en el alma.

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